Con participación habrá transición

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Juan Pablo Soler*

En los últimos días diversos sectores vienen compartiendo sus visiones de la transición energética en las que dejan aristas sin atender. Como aporte a esta discusión comparto algunos puntos de vista que emanan del proceso territorial de base del cual hago parte: las Comunidades SETAA.

El gobierno de turno ha mencionado que se guiará por cinco principios para fomentar la visión de transición energética justa. Estos tienen como primer desafío concatenar con la política pública del sector que dejaron gobiernos anteriores a través de leyes como la 1715 de 2014 (que permitió integrar fuentes de energía no convencionales, como la energía solar, al sistema interconectado nacional), la ley 2099 o Ley de Transición Energética (que se aprobó con ligereza en el Congreso de la República en 2021 sin participación ciudadana) y el CONPES 4075 aprobado en marzo de 2022.

El gobierno saliente está en el ojo público por los déficits que dejó en la cartera de subsidios a la gasolina o en las billonarias contrataciones a dedo, pero también hay que prestar atención al escenario creado para la transición energética corporativa en la que las comunidades o procesos sociales organizados no tienen espacio de participación eficaz en la gestión del sistema de generación.

Ahora bien, como hoja de ruta del paradigma económico que se pretende fomentar, es necesario atender las dimensiones de la seguridad energética: la disponibilidad y la accesibilidad a los recursos energéticos, la aceptabilidad social y la asequibilidad de los recursos —estas dos últimas acuñadas en el Consejo Mundial de la Energía.

Estas dimensiones no pueden ser vistas como un requisito o una condición inicial a superar sino como un proceso sinérgico y dialógico permanente entre el conjunto de actores con metodologías que construyan consensos. El ejemplo más reciente que devela esta necesidad tiene relación con el riesgo de apagón derivado de la falta de atención institucional y empresarial a los impactos que agobiaron por años a las comunidades afectadas por la represa El Guavio. Esta hidroeléctrica, que inició su construcción en la década de los ochenta, sigue generando externalidades no previstas y acumulación de pasivos sociales, ambientales y económicos que históricamente han asumido las comunidades locales. Este ejemplo se replica en todas las hidroeléctricas construidas en el país.

Ahora bien, el ministerio de Minas y Energía ha mencionado que su política de gestión se orientará por la construcción de una transición energética justa (TEJ) que requiere el país. No obstante, esa dimensión de justicia de la transición ha sido propuesta por organizaciones sociales de base, ambientalistas y sindicales por lo que ese adjetivo se debe llenar de significado en diálogo con cada una de esas organizaciones. En este aspecto, resulta importante el anuncio del carácter vinculante que tendrán los diálogos regionales del Plan Nacional de Desarrollo. Pero es urgente que se aclarare el procedimiento y protocolo en que las propuestas serán acogidas e implementadas, esto sabiendo que la lucha social que adelantan procesos como la Cumbre Agraria Campesina Étnica y Popular (CACEP) ya ha avanzado en hacer propuestas vinculantes, como el decreto presidencial 870, pero que han sido incumplidas en su gran mayoría por gobiernos anteriores.

De este modo, caben algunas consideraciones respecto a los principios que guiarán la TEJ del gobierno de turno. El primer principio es la equidad, donde resaltan la importancia de la democratización energética sorteando desafíos técnicos y regulatorios. Si bien el acceso democrático a la energía es un derecho, debe cuidarse que la democratización plantea de fondo es la participación ciudadana real en la toma de decisiones relacionadas con la energía.

El segundo principio es la gradualidad y seguridad en la que se anuncian la diversificación con la entrada de nuevos proyectos desde la soberanía y la autosuficiencia. Aquí juega un papel fundamental la aceptabilidad social y el replanteamiento estructural del modelo energético, temas que han sido engavetados por décadas ignorando los resultados de las consultas populares y bloqueando la posibilidad de hacer más consultas. No por muy limpia que digan que es la energía da lugar a su imposición.

El tercer principio resalta la inclusión y participación, donde establece el Pacto por la Justicia en el que las comunidades deben ser respetadas con las decisiones que rodean los proyectos mineros que requiere la transición y a su vez propone una integración regional latinoamericana basada en el intercambio de minerales. Los interrogantes sobre la participación vinculante también tienen importancia aquí: ¿cómo se harán vinculantes las propuestas de las comunidades que habitan en los territorios afectados por la política minero-energética? Y, fruto de la experiencia en torno a diálogos institucionales previos, ¿cómo evitar que se revictimice a la población que acude a los diálogos con interpretaciones subjetivas o amañadas de quienes hacen las relatorías o construyen las actas?

El cuarto principio tiene que ver con los encadenamientos productivos para migrar de una economía extractivista a una economía productiva, promoviendo la idea de producir paneles y turbinas eólicas en Colombia. Esto aunado al quinto principio que plantea la construcción de conocimiento en nivel técnico, profesional, posgraduación y apoyo a centros de investigación apuntando a la creación de un Instituto de la Transición Energética para la industrialización con economías populares e incentivar relaciones público-populares y privadas-populares. En este aspecto deben integrarse las visiones y propuestas de energías comunitarias que ya están en marcha.

Este conjunto de principios significa un buen punto de partida, pero debe ampliar la concepción de la energía. Debe cuidarse de no caer en el vacío del gobierno anterior de entender la transición energética solo como un tema de mejorar la eficiencia y diversificar las fuentes. La energía no solo es electricidad, carbón o petróleo.

Por último, a quienes se rehúsan a cambiar la matriz energética basándose en el argumento de que los aportes de Colombia al cambio climático son insignificantes, les invitamos, como organización social, a no tergiversar la discusión. La propuesta de transición no obedece exclusivamente a una preocupación climática, aterriza también en temas asociados a la crisis energética, la desigualdad social y la violación de derechos. La crisis climática global la sentimos cada vez más en lo local, nuestra productividad de café, cacao, maíz o aguacate se ha visto afectada con la variación de las condiciones climáticas. En este punto, si Colombia puede aportar soluciones para la transformación del modelo energético global será un aporte para la humanidad y un modelo por replicar.

Las nuevas políticas deben considerar el apoyo y respaldo de todas las propuestas de energías comunitarias que resuelven el autoabastecimiento local y generan nuevas prácticas y usos de la energía evitando su derroche y despilfarro, estando dentro o fuera del área de cobertura del sistema interconectado nacional. Es crucial que fomenten que los consumidores del campo y la ciudad se transformen en actores activos en la gestión de la energía y por supuesto, lograr que iniciativas como la de constituir comunidades energéticas en efecto se piensen, diseñen y construyan con las comunidades.

*Artículo publicado por Juan Pablo Soler en Revista Raya, el 28 de septiembre del 2022. https://revistaraya.com/juan-pablo-soler/90-con-participacion-habra-transicion.html
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Propuesta frente al aumento de tarifa eléctrica: no más con el bolsillo de los usuarios

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Propuesta frente al aumento de tarifa eléctrica: no más con el bolsillo de los usuarios

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Juan Pablo Soler*

Los altos costos de la energía han llamado la atención del presidente Petro quien llamó a las instituciones competentes y a las empresas del sector a explicar el asunto.

La controversia se generó a raíz de la publicación del DANE, de los Índices de Precios al Consumidor – IPC de la electricidad, similar a la inflación – que para agosto fue del 25,9 % para el sector de la electricidad. Dado que se trata de un promedio, algunas ciudades no notaron la diferencia, pero en otras como Santa Marta el IPC fue del 49,9 %, es decir, que alguien que hace un año pagó 100 pesos por su factura, este mes debió pagar 150 por el mismo consumo. Variaciones similares se presentaron en Riohacha, 47,1%; en Barranquilla, 44,4 %; en Sincelejo, 40,7 %; y en Valledupar y Montería, 40,4%.

Llama la atención que los precios sean más altos en los lugares donde más se necesita la energía. Las familias en esta zona hacen uso de abanicos, refrigeradores, ventiladores y sistemas de aire acondicionado por salud, calidad de vida y comodidad. Sin embargo, los precios son desmesurados e injustos.

Para este mismo periodo la variación del IPC de los ingresos de las familias más pobres fue del 12,7%, de las vulnerables del 12,53%, de la clase media del 10,98% y de las de altos ingresos del 9,28%. Los ingresos familiares, en promedio, crecen al tiempo que la factura de la electricidad, pero desproporcionalmente, lo cual implica que se tenga que destinar un mayor porcentaje de los ingresos familiares para el pago de servicios públicos. Así, derechos constitucionales como la alimentación adecuada, la recreación y la salud, entre otros, quedan condicionados a la capacidad de pago, es decir, a lo que sobre.

Si bien es alarmante el incremento de la última anualidad, no podemos perder de vista los periodos anteriores, en 2020 los usuarios residenciales pagaron en promedio a 219,75 COP/kWh y en 2021 pagaron 248,42 COP/kWh, teniendo un incremento del 26,6 %. Desde el 2015 ya se registraban aumentos por encima de la inflación del 12% como lo anunciaba en una anterior columna.

Hay quienes defienden el papel y el trabajo adelantado por la Comisión de Regulación de Energía y Gas – CREG-, pero sin detenerse a cuestionar la estructura. Lo que se debe atender de fondo es el incremento injustificado de las tarifas que hace imposible su pago.

La privatización del sector eléctrico mediante la creación de la Ley 142 de Servicios Públicos y la Ley 143 de Reforma del Sector Eléctrico agudizó la problemática de la prestación del servicio de la costa caribe y otras partes del país. Además de ser un servicio costoso no tiene la calidad apropiada dado que, durante la mayor parte del tiempo, el voltaje en algunas zonas es muy inferior a los 120 voltios. Hay cortes consecutivos y cuando se reactiva el servicio la energía llega con picos de voltaje que queman los electrodomésticos. Esta situación calamitosa es difícil de comprobar, por lo tanto, los usuarios deben asumir las pérdidas, en la mayoría de los casos.

Las comunidades en varias ocasiones se han manifestado para cambiar esta situación de injusticia. Solo en Barranquilla entre 2002 y 2003 se contabilizaron más de 100 manifestaciones populares que, en lugar de solución, recibieron la represión del ESMAD.

Por su parte, Unión Fenosa propietaria en ese entonces de Electrocosta y Electricaribe presionó al gobierno de la “Confianza Inversionista”, que se comprometió a girar una parte de los recursos de la nación para aliviar la cartera morosa de las empresas. No obstante, esto no sirvió para que las empresas dejaran de presionar a los usuarios.

El Plan Nacional de Desarrollo de ese gobierno además creó el Fondo de Energía Social -FOES-, el cual se financió con un impuesto a las exportaciones de energía (Art. 118 Ley 812 de 2003). De este fondo, el 70% de los dividendos iban directamente a las carteras de las empresas. Dicho fondo se fue desvaneciendo de la factura durante los dos periodos de gobierno de Juan Manuel Santos.

En este análisis de las tarifas también es necesario resaltar que Colombia ha trazado su política energética siguiendo los lineamientos internacionales del Banco Mundial. Se ha establecido en términos coloquiales que los negocios solo son confiables si se tiene un suministro continuo de electricidad. Es lo que denominan confiabilidad del sistema que no está relacionada con el mejoramiento de la calidad de vida de las poblaciones, sino que se refiere, específicamente, a los requerimientos para estimular y sostener los mercados y atraer las inversiones privadas en el sector de la energía.

Estos lineamientos fueron parte de las motivaciones que dieron origen al Cargo por Capacidad que luego derivó en el Cargo por Confiabilidad, el cual es un costo adicional que se suma a la tarifa eléctrica y que guarda asidero en el pánico energético de la década de los noventa. Del Cargo por Capacidad las empresas obtuvieron directamente de los usuarios cerca de 5.000 millones dólares, por los que jamás tuvieron que rendir cuentas, y del cargo por capacidad, hasta 2016, habían recibido cerca de 8.000 millones de dólares sin que hubiesen cumplido con su obligación de suministrar Energía Firme para no incrementar las tarifas, según lo denunció en su momento la Contraloría General de la República.

Si bien se han seguido las reformas establecidas por la Banca se evidencia un mito más de la privatización, dado que el documento de estrategia para el sector de la Energía del Banco Mundial de 2011 establecía que se debían reformar los marcos regulatorios para garantizar la participación de actores privados, ya que serían ellos quienes financiarían y asumirían los riesgos en la promoción de mercados competitivos. Sin embargo, seguimos observando que cuando llegan los riesgos las empresas acuden al estado y al bolsillo de los usuarios para salvarse y no al contrario.

El sistema tarifario es complejo de entender, pero seguramente llegarán a algún acuerdo el gobierno y las empresas, donde se anuncia que los precios no bajarán en el corto plazo. En realidad, se deben crear mecanismos tipo resorte que permitan tomar medidas antes de que se apliquen los incrementos a los usuarios. Se debería crear un fondo de reserva con los recursos de las mismas empresas del sector eléctrico y no del Estado, el cual que se alimentaría poniendo un límite a las utilidades. Es decir, cuando las ganancias sean extraordinarias, pasarían a alimentar el fondo de reserva sin poner en riesgo la operación. Así, cuando las variables de la tarifa cambien hacia un incremento se tomaría del fondo de reserva y no del bolsillo de los usuarios.

Esta propuesta además tiene asidero en el ejemplo de Unión Fenosa. Durante mismo años en que esta empresa se quejó y presionó al gobierno por la situación en la Costa Caribe, sus utilidades en las plantas generadoras -gestionadas por su filial EPSA- superaron los 100 millones de dólares; sin embargo, lo callaron, repitiendo la injusta situación en la que siempre se tiende a socializar las pérdidas y a privatizar las ganancias.

Esta propuesta también es una alternativa a la presentada por Acolgen, Andesco, Andeg y Asocodis que han planteado crear un nuevo fondo, que se alimente con dineros del Fondo de Energías no Convencionales y Gestión Eficiente de la Energía -FENOGE- lo cual constituye un obstáculo más a la transición energética justa que propone el gobierno en curso.

 

 

 

*Artículo publicado por Juan Pablo Soler en Revista Raya, el 14 de septiembre del 2022. https://revistaraya.com/juan-pablo-soler/50-que-hara-petro-frente-a-la-privatizacion-de-la-fuerza-publica.html
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¿Qué hará Petro frente a la privatización de la fuerza pública?

policias

¿Qué hará Petro frente a la privatización de la fuerza pública?

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Juan Pablo Soler*

La parcialidad y la irregularidad con que puede llegar a actuar la policía y ejército nacional puede provenir de su financiamiento.

Recuerdo que en el año 2013 al cruzar el río Cauca, en la Vuelta del Bombillo, las comunidades campesinas afectadas por Hidroituango que hicieron uso de su legítimo derecho a la protesta social para llamar la atención por los derechos vulnerados recibieron de inmediato la represipon del ESMAD. Sin mediar palabras, desaseguraron sus armas de gas pimienta y pistolas de balas de goma y las accionaron contra la población. No les importó que en el lugar estuvieran adultos mayores ni menores de edad, muchos se fueron rodando por el terreno pendiente obteniendo contusiones y no recibieron atención médica, lo único que importó a la policía fue abrir la vía para que la empresa siguiera operando.

Al día siguiente, en inmediaciones del Valle de Toledo, mientras se desarrollaba una reunión comunitaria, se aproximó el ESMAD y con el uso de la fuerza subió a 87 personas en camiones de la policía. Las capturas masivas son ilegales pero eso no fue impedimento para que la policía intentara por ese medio deshacer la manifestación campesina. Al otro día, pese a estar en un predio privado la policía derribó el cerco y tiró las ollas al piso donde se preparaba el desayuno. Esto fue el detonante para salir de la zona, caminando hacia Medellín, configurando un desplazamiento forzado que se prolongó por más de siete (7) meses albergados en la Universidad de Antioquia.

Años más tarde, en noviembre de 2015, en una audiencia Senatorial convocada por Iván Cepeda logramos comprender que estas y otras actuaciones correspondían a un ejercicio sistemático derivado de los convenios que ha pactado la fuerza pública con empresas.

Una revisión de los documentos secretos del Ministerio de Defensa, realizada por el Senador y su equipo de trabajo en la que no se les permitió tener copias ni fotografías, se pudo revelar las millonarias contrataciones de la fuerza pública con empresas públicas, mixtas y privadas del sector minero energético colombiano entre el 2002 y el 2014 (Ver tabla adjunta):

Empresa

Valor en pesos colombianos

Pacific Rubiales y Metapetroleum

119.150.000.000

ISAGEN

100.732.000.000

Oleducto Bicentenario (Pacific, Ecopetrol, Petrominerales, Hocol, Canacol, Vetra, Grupo CIC)

72.403.000.000

OCENSA  – Oleoducto Central

50.501.000.000

Empresas Públicas de Medellín

55.274.000.000

Carbones del Cerrejón

30.851.000.000

Drummond

10.514.000.000

Anglogold Ashanti (AGA)

10.176.000.000

Entre Batallones Especiales Energéticos y Viales -BAEEV- y Centros de Operaciones Especiales para la Protección de la Infraestructura Crítica y Económica del Estado -COPEI- se han firmado más de 1.229 contratos secretos de cooperación entre 1990 y 2014. Cifra que debe actualizarse con las operaciones de años recientes derivadas de la ampliación de la frontera extractiva en Colombia y con el hecho de que los batallones pueden haber firmado directamente convenios de cooperación.

Para la construcción de paz con enfoque territorial este financiamiento debe replantearse o por lo menos revisar los objetos contractuales y establecer limitaciones claras de las actuaciones: en ningún caso el uso de las armas y la intimidación se puede dirigir contra la población civil, mucho menos contra movilizaciones que buscan proteger derechos colectivos y las formas tradicionales de subsistencia en los territorios.

Los convenios de cooperación citan de manera recurrente que son para actuar ante las amenazas terroristas que pueden generar daños al medio ambiente y a la seguridad nacional, pero ¿qué pasa cuando el daño al ambiente lo genera la empresa que los financia? Imagínense aquí una autoridad ambiental diligente que, para hacer una labor de inspección ambiental, debe anunciar su visita días antes a la empresa y además coordinarla con los cuerpos públicos de seguridad pagados por las empresas infractoras. No es un asunto menor, son más de 68.000 hombres que hacen parte de estas contrataciones, que representaba más del 15 del total del total de las fuerzas armadas en 2015.

Otro caso que permite entender las complicaciones que genera la privatización de la fuerza pública en materia de vulneración de derechos, se dio la consulta previa con las comunidades negras en el norte del Cauca afectadas por la represa Salvajina, tierra que vio nacer a la vicepresidenta Francia Márquez. Allí la empresa EPSA reconoció tardíamente haber financiado al batallón que opera en sus instalaciones pero se abstuvo de reconocer los impactos. En el caso del proyecto hidroeléctrico El Quimbo se puede apreciar otra dimensión del efecto, pues la base del BAEEV #12  José María Tello se construyó frente al proyecto en zona de Reserva Forestal de la Amazonía para alojar 1.200 soldados[1].

Si se traslapa el análisis las ejecuciones extrajudiciales la situación se torna más compleja. En el caso de Antioquia entre 2000 y 2006 existían 747 militares investigados que hacían parte de los batallones Coronel Atanasio Girardot, Coronel Jorge Eduardo Sánchez Rodríguez y General Pedro Nel Ospina; en Casanare 146 ejecuciones extrajudiciales con responsabilidad de la Brigada 16 la cual ha recibido dineros, vía de convenios de cooperación, por más de 209.400.000.000 de pesos colombianos de empresas como Ecopetrol, BP, Emerald, Equion, Pacific, Petrobras, Petrominerales, entre otras. A este arista se debe sumar el drama de los desplazamientos forzados que han ocasionado la fuerza pública pagada por empresas y que se encuentran en investigación por parte de la Fiscalía.

De cara a la transición energética, se deben analizar los impactos ambientales que conllevan la operación de estos batallones la cual implica emisiones de carbono que jamás aparecen en las cuentas de los proyectos para ser etiquetados como energía limpia.

El problema aquí planteado no es que se cuiden las infraestructuras energéticas. El problema es que lo haga la fuerza pública mediante contratos secretos suscritos con empresas extractivas de minerales, hidrocarburos y energía en los que el cumplimiento de obligaciones contractuales deriva en la vulneración de los derechos humanos y constitucionales de las comunidades que se movilizan frente a la afectación de derechos colectivos como el ambiente sano, derecho al trabajo, a la libre movilidad a la información, etc.

Además, el Senador Cepeda denunciaba en la audiencia que por lo menos seis empresas trasnacionales tienen su propio batallón, y parte de sus operaciones privadas estarían siendo pagadas con recursos de la Nación. Este es un tema que debe tener relevancia en el Tratado Especial para Empresas y derechos humanos que se discute actualmente en Naciones Unidas para atender la responsabilidad de las empresas frente a las vulneraciones de derechos humanos.

Frente a esta situación ¿Qué hará Petro frente a la privatización de la fuerza pública? ¿Al pueblo quien lo cuida sino tiene el dinero suficiente para establecer un convenio de cooperación? Una desfiguración total del Estado Social de Derecho.

[1]                     Ejército creó en Huila Batallón energético para cuidar polémico proyecto El Quimbo. El Tiempo. 12 de mayo de 2009. Consultado en: http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-5181719

*Artículo publicado por Juan Pablo Soler en Revista Raya, el 27 de agosto del 2022. https://revistaraya.com/juan-pablo-soler/50-que-hara-petro-frente-a-la-privatizacion-de-la-fuerza-publica.html
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